SIGO SIENDO LA SOMBRA, TODA LLENA DE LUZ

http://lasombrauniversitaria.blogspot.com/


lasombra_uc@hotmail.com

sábado, 20 de noviembre de 2010

PARA ESCARMIENTO...


“A JUECES DE MIERDA, ALGUACIL MAYOR DE MIERDA, AHORA HABEIS DE MORIR”
Un indio…pequeño…como de veinte a veinte y dos años de edad regordete cachetudo y vestido con un traje de camiseta negra capa azul y sombrero blanco, llegó de pronto entre los indios congregados en la plaza mayor y en un aliento de insolencia se puso al frente del escribano, funcionario público de la Villa de Riobamba, quien fuera portador de un auto mediante el cual se les sujetaba a los indios al servicio de gañanías en las mitas. Los indios armaron un bullicio tal, describe uno de los presentes, hasta que el jovenzuelo insolentado le arrancó el mencionado auto de manos del escribano y echó a correr raudo mientras la indiada enardecida y a la vez entusiasmada por el acto del jovenzuelo echaría a tirar piedras y palos sobre los recaderos públicos que cogidos de sus cabezas protegiendo las pelucas que resbalaban mal trechas, aterrorizados, lograron alcanzar a refugiarse en una tienda cercana penetrando a gatas por sus ventanas al ver cerrada la puerta. El joven pequeño y regordete en cambio llegó eufórico por la puerta a la ventana del coro de la iglesia de San Francisco y rompió en pedazos a la calle el mencionado auto.
El entonces Alcalde Fuenmayor y Salazar comunicado de la insolencia y del alboroto fue personalmente y encolerizado con un vergajo o acial en mano a contener el tumulto. Pero no, los indios refugiados en la Iglesia de San Francisco en algazara unísona gritaban a viva voz “ya estamos alzados muera el Rey y muera Llanos el numerador”. Más encolerizado todavía y zafándose los botones superiores de la camisa y arrancando el nudo de la bufanda ordenó a sus tropas, a pesar del fuero eclesiástico, el ingreso en la iglesia de manera violenta e hizo apresar a dos indios; el uno escapó de milagro franciscano, el otro con tal mala suerte fue conducido a la cárcel pública.
Los curas desde los pulpitos, entonces no había cadenas nacionales, que esfuerzos no hacían por explicar que el auto disque les favorecía a los indios pero estos siguieron alterados y amotinados y todos en guango; fue entonces que Fuenmayor ordenó a sus jueces que sacasen la horca y la tuviesen expuesta en medio de la plaza para suspender en ella a los cabezas y motores del tumulto y desde luego al indio atrevido que se encontraba preso; pero el tumulto, frente a los ministros de justicia que eran quienes armaban la horca, seguían gritando “a jueces de mierda, alguacil mayor de mierda, ahora habéis de morir”.
El resto es un levantamiento de miles y miles, se calcula entre quince y veinte mil indios con características tales que hacía presumir una estrategia militar deliberada que puso a tambalear el orden colonial. Ésta es una página de la larga historia de las sublevaciones indígenas de Quito y hace referencia al llamado motín del miércoles de ceniza en 1764, cuya precisión histórica encontramos descrito por el Historiador Segundo Moreno Yánez.
No es de sorprenderse similitudes históricas, todo lo contrario, es necesario comprender completamente los episodios. El orden, la estabilidad del poder, sus delicias, el desprecio y las venganzas tienen los mismos denominadores comunes sean reyes reyezuelos, emperadores, presidentes encomenderos, ministros, gobernadores o rectores todopoderosos que hacen de alguaciles, alguacilillos, numeradores, estos son los unos; mientras que el tumulto será el tumulto de indios, forajidos, bandidos, guambras y sus “mediocres” maestros o chapas sublevados, los violentos, los tirapiedras “que todos los conocemos”, los otros.
Total, desde el poder se está en condiciones de imponer cuando no convencer, acusar, incriminar, inculpar y para ello se cuenta con las fuerzas que reprimirán y a las que hay que adularlas porque ellas sujetarán los otros a los unos, y la justicia que permitirá el escarmiento público, sentar el precedente que devuelva la seguridad a los unos y espante, aterrorice y paralice a los otros. Ésa es nuestra justicia, sus ministros que a la par que se sostienen la toga y el birrete mal trecho, levantan la horca, para exhibir al muchacho atrevido que desafío al comendero, a su alguacil y al notario, condenándole por terrorismo. Pronto seremos terroristas la mayoría.




La Sombra espero la horca... (pero del comendero de la U, jeje)

domingo, 14 de noviembre de 2010

EL ABAD, SE JUBILA












Recojo el espíritu bienintencionado de San Benito cuando delegó al más anciano de la abadía para que con su sapiencia y amor al prójimo la dirigiera espiritualmente. Nunca se imaginó San Benito, que semejante intención llegaría a la mismísima alta academia de la ciencia, la filosofía, las artes y profesiones, de la cual se expulsaría a la política para convertirla en un convento de recogimiento y obediencia.
Solo que el propio San Benito se espantaría de los alcances de sus buenas intenciones. El Abad fue creyéndose un Abadón, destinado a encadenar a Satán por mil años comenzando su penosa tarea enviando a cadalso al diablillo que levantaba banderas rojas en medio de la vocinglería emitida por un altavoz impresionante que asemejaba a las trompetas de Jericó, anunciando la destrucción de los portones que habían sido declarados relicario intangible y patrimonio exquisito e inmemorial del pequeño reino y de las escribanías holladas por los zapatos enlodados desde donde emitió su discurso hasta cuando vinieron las fuerzas del orden a liberar este refugio de santidad y rescatar al Abad de su providencial escape por el ventanal. La destrucción, contabilizada por los hábiles numeradores, contadores y auditores internos que sumaron computadoras que fueron escondidas en sus domicilios por las mismas secretarias, alcanzaría a la suma de doscientos noventa y ocho mil seiscientos sesenta i cinco a los que deberá sumar un mil seiscientos veinte con treinta en pago al abogado, un socio - listo defensor de algunos derechos de los humanos que le convienen en moneda de plata, y de la Abadía, condenándole a pagar al endiablado levantado, quien para demostrar que no tiene ni culpa ni con qué pagar se declaró en huelga de hambre, mientras el Abad se solazaba de haber dado una tremenda lección a la legión endiablada, que había traído la política a la academia.
Entonces el Abad, comienza a tomar la posesión total de sus dominios y otros feudos. Inició tomándose los colegios de los guambras más imberbes, las extensiones y sedes que correspondían a otra unidad académica y jurisdicción territorial, trajo nuevos empleados a la abadía cancelando a los infieles que no creen en sus cambios y remplazándolos por fieles seguidores, entre estos varias doncellas que como él habrían sido víctimas de la política, desconoció las elecciones de los jovenzuelos para ubicar a sus niños bien que pintan de arcángeles célibes, calladitos y castrados permanecen ellos, fortificó su guardia y hasta les uniformó de negro entero para que les temieran y así van haciendo desafueros por doquier, renovó el parque automotor para dar mayor brillo a sus gestiones con los que de a poco va recibiendo la ayuda económica, ofrendas, donaciones y legados de embajadas (incluyendo la poderosa de EE.UU) y otras instituciones, pero especialmente la del Príncipe Real, puesto que grandes favores le ha realizado en la cruzada contra los endiablados políticos.
De a poco el Abad fue tornándose en todopoderoso
Una maniobra en el Concilio universitario de ancianos le permite designar a las otras órdenes menores como coadjutores, presbíteros y párrocos en cada una de las unidades académicas las que se limitarán a presentar una terna de su agrado. Entonces decidió cambiar el nombre de Abad por el de Abaconde o abiconde
Fuera quedó la política según él, claro, la política de los que se oponen, porque la suya y la de sus coadjutores no es ni mucho menos el credo universal, fuera dijo a las elecciones, la participación democrática de los mismos profesores y hombres de ciencia, que deberán desde hoy pasearse con las manos calentándose bajo las amplias mangas de su sotanas en actitud de recogimiento y fe, de los estudiantes convertidos en monaguillos, lindos se ven los guambras que hacen de representantes votando sahumerio y mirra a su rededor, los empleados rumian su disconformidad, hasta cuando se dicen…¿será hasta la vuelta señor? O hasta que la tortilla se le dé la vuelta, señor, Abad, toda vez que cumplió los setenta cansados y abatidos años, siendo hora del jubileo obligado y de preparar el testamento, de reencontrarse con el Señor, al que se resiste por los escasos placeres que da el sentimiento de venganza que supera al de la de la carne…envejecida.
Ya el mismísimo San Bernardo se quejó de este poder alcanzado en el Concilio de León en el 1012.








La Sombra... recorreré por la abadía, de noche, también de día.. jaja..